martes, 21 de mayo de 2019

Mujeres que hicieron historia - Revolución de Mayo


 “Sin las mujeres la historia va por la mitad”

En los días de Mayo, se dijo, las mujeres (algunas de las cuales se cortaban el pelo como adhesión a la causa) se ocupaban de coser los trajes que usarían los patriotas en las tropas; pero la realidad es que la fuerza de las mujeres iba más allá de esa labor.

En Buenos Aires, además de Mariquita Sánchez de Thompson, la dueña de casa donde por primera vez se tocó el Himno Nacional, se ha destacado el papel de Ana Riglos y Melchora Sarratea, que también organizaron tertulias revolucionarias. 
Manuela Pedraza -llamada "la tucumanesa"- le mataron a su marido y ella, que estaba a su lado, tomó el fusil en defensa.
Durante las invasiones inglesas, Martina Céspedes, por ejemplo, tuvo tres hijas. En su casa hacían pasar a los ingleses uno a uno, les ofrecían agua ardiente y luego los tomaban prisioneros.
Ya en 1811, cuando comenzó la guerra de emancipación, las mujeres participaron con donaciones para el ejército -alhajas; Gregoria Pérez donó tierras a Belgrano en 1811;  Remedios de Escalada prestó  su servicio de espionaje y su participación directa en la lucha.


Comprometidas, luchadoras y protagonistas
En el aniversario de la Revolución de Mayo, 
homenajeamos a algunas mujeres que hicieron historia,
 lucharon por la independencia y defendieron la Patria.




Magdalena Macacha Güemes
Hermana de Martín, trabajó  para garantizar la emancipación de los pueblos de este continente. Su aporte a la causa patriótica ocupa un importante lugar en la historia de su tierra y su vida con el tiempo se convirtió en una leyenda para el sentir de su pueblo. Poco después de la Revolución de Mayo, convirtió su casa en taller para confeccionar ropa para los soldados organizado  por su hermano, supo sacar partido de su inteligencia y su posición para desempeñar tareas arriesgadas, especialmente cuando los realistas ocupaban la ciudad de Salta y Güemes los combatía por todos los medios. Luego del asesinato de su hermano, Macacha continuó participando en los sucesos políticos de la provincia.  Fue muy querida por el pueblo debido a la generosidad con que ayudaba a los necesitados.  Una canción la recuerda así: “Mamita del pobrerío,  palomita mensajera, que entre el gauchaje lucía, lo mismo que una bandera”.



Juana Azurduy de Padilla
Mujer comprometida con la Revolución y la guerra contra los realistas en la región del Alto Perú. No sólo porque ella representó la lucha armada de la población indígena y mestiza alto-peruana agobiada por siglos de expoliación colonial, sino también porque fue una mujer que se involucró en la causa independentista y tomó las armas contra los realistas en una sociedad que vedaba el acceso de las mujeres a la vida política.
Desde niña acompañaba a su padre en las labores rurales junto a los indígenas que trabajan sus tierras. De esta forma aprendió a ser una excelente jinete y dominó las lenguas quechua y aymara, habilidades que resultarían muy importantes en su futuro como guerrillera revolucionaria.
En 1799 Juana se casó con Miguel Asencio Padilla, Fruto del matrimonio nacieron cinco hijos. La vida de Azurduy y Padilla cambió para siempre en mayo de 1810. Ellos apoyaron al Ejército Auxiliar del Alto Perú enviado desde Buenos Aires. Ella luchó en la región del Alto Perú, desde el norte de Chuquisaca, en el Altiplano, hasta las selvas del sur. Organizó un batallón llamado “Los Leales” y un cuerpo de caballería conformado por 25 mujeres, conocido como “Las Amazonas”. Juana y Manuel perdieron en la lucha a cuatro de sus hijos, pero siguieron luchando apoyando la nueva ofensiva del ejército comandado por Manuel Belgrano. Y estuvieron junto a él en la derrota de la batalla de Ayohuma.  Embarazada de su quinta hija, Juana siguió combatiendo e incluso logró arrebatarle un estandarte español a un coronel enemigo. Acto por el que fue reconocida por Manuel Belgrano, quien le obsequió su espada. Belgrano, además, le escribió al director supremo Juan Martín de Pueyrredón para que le concediera a Azurduy el grado de teniente coronel.

María Guadalupe Cuenca
La esposa de Mariano Moreno, María Guadalupe Cuenca, fue otro ejemplo de mujer con una clara posición y preocupación política. Así lo demuestran sus cartas, las mismas que continuó escribiendo y enviando a su marido, aún cuando Mariano Moreno había fallecido en alta mar, sin que ella lo supiera, camino a Gran Bretaña el 3 de marzo de 1811. Sin saber que era viuda, María Guadalupe quiso mantener informado al difunto sobre los acontecimiento políticos.

Mariquita Sánchez
Alguien que conocía muy bien a Juan Manuel de Rosas era también Mariquita Sánchez. Ambos forjaron una relación cercana desde niños, por medio de conocidos y amigos en común, pero Sánchez también profundizó otra con los representantes de la Generación del 37, el movimiento intelectual que fundó el Salón Literario en Buenos Aires, al que adhirieron distintas personalidades como Domingo F. Sarmiento, Esteban Echeverría, Bartolomé Mitre, Vicente F. López, José Mármol y Miguel Cané, entre otros. Todos ellos opositores a Rosas. Muchos, queriendo evitar la persecución, emigraron a Montevideo, Chile o Bolivia, mientras que otros se alojaron en distintos lugares alejados del puerto, como Echeverría en Los Talas. Mariquita Sánchez, quien llevaba a cabo las tertulias de aquel Salón en su casa, se estableció en la capital uruguaya en 1837.

María Remedios del Valle
"La madre de la patria", así la llamaron a María Remedios del Valle, una argentina de origen africano que nació en 1766 en la capital del Virreinato del Río de la Plata. Ella no fue ama de casa, ni periodista, ni esposa de un político. Su vocación de servicio la llevó a realizar trabajos de enfermería para auxiliar a quienes defendieron la ciudad porteña durante la segunda invasión inglesa, en 1807. Sin embargo, su espíritu patriótico la hizo ir más allá, incluso, para tomar las armas. Así lo hizo. Estuvo enlistada en distintas batallas como la de Tucumán, Salta y Ayohúma. Su marido y dos hijos no sobrevivieron a las guerras, mientras que ella continuó atendiendo a los heridos y arriesgando la vida por su tierra.
Fue Manuel Belgrano quien, deslumbrado por su compromiso, disciplina y lealtad, la nombró capitana de su ejército. Entre sus hazañas, se destacó por su gran fortaleza. Se sabe que fue herida de bala, hecha prisionera por los españoles y sometida como escarmiento a nueve días de azotes públicos que le dejaron cicatrices para el resto de su vida. Pero pudo escapar e incorporarse a las fuerzas de Güemes y Juan Antonio Álvarez de Arenales, para otra vez cumplir una doble función, la de combatiente y enfermera. Cuando cumplió 60 años, ya terminada la guerra, María Remedios del Valle volvió a Buenos Aires para convertirse en mendiga. Y así murió nuestra madre de la patria, vendiendo pasteles, tortas fritas y recogiendo sobras en los conventos.
Tertulias


 📚     Entrada realizada desde la Biblioteca Escolar 

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